Covid superado, y continuando con la primera parte sobre el «delivery» del nuevo gobierno… vamos al grano. Tal como el propio Michael Barber lo ha definido, un “modelo de entrega” debe basarse en al menos seis aspectos:
1. Establecer prioridades claras con objetivos medibles: algo que suena tan obvio, y que sin embargo, no siempre se cumple, sea porque hay muchos objetivos (el programa de AD tenía 15 temas prioritarios y ¡53 cambios concretos!) o porque éstos son muy amplios o estructurales. En el caso de Apruebo Dignidad, se destacan cuatro reformas estructurales:
i) acceso garantizado universal a la salud,
ii) pensiones dignas sin AFP,
iii) un sistema educativo público, gratuito y de calidad, y
iv) la conformación del primer gobierno ecologista de la historia de Chile.
¿Qué significa en la práctica cada una de estas reformas? ¿Cómo se traducen en la vida diaria y desde el día uno?
2. Establecer una unidad dedicada y enfocada en “getting things done”, es decir, no sólo establecer las prioridades, sus objetivos y los ministros, sino generar una suerte de PMO dentro del gobierno que ayude a mantener el control de la agenda, y que sin intervenir en los ministerios, lleve “el cronómetro” y colabore en identificar y levantar obstáculos.
3. Usar datos y trayectorias para conducir el progreso. Sin datos, no hay medición. Pero hay datos y datos. La mayoría de los ministerios se basan en el control presupuestario de DIPRES, que siendo importante, no es el más relevante, e incluso es a veces, contraproducente.
Por suerte, hoy es cada vez más fácil contar con datos en tiempo real, en grandes magnitudes y procesarlos de manera amigable. Si cualquier retailer sabe lo que desayunamos o por dónde nos movemos, lo mínimo es que un gobierno tenga la capacidad de manejar datos más relevantes como quién de verdad requiere ayuda financiera (IFE), o quiénes son los famosos “súper ricos”. Buenos datos otorgan objetividad y transparencia, a la vez que desarticulan opiniones interesadas.
4. Elaborar rutinas alrededor de esas prioridades. Nuevamente, no es el qué, sino el cómo. Se trata simplemente de establecer métodos ágiles de gestión de proyectos: conocidos y periódicos, de manera de permitir avanzar y hacer un adecuado seguimiento.
5. Ayudar a la solución de problemas. La Unidad de Cumplimiento no puede dedicarse solo a monitorear y controlar a los otros ministerios o agencias del Estado, convirtiéndose en los auditores a los que nadie quiere abrirles la puerta. Se trata de un socio más que de un controlador, y por ello, debe ayudar a definir las prioridades y planificar con tiempo, para establecer un plan de acción validado con las otras autoridades. También será vital a la hora de definir mejor los indicadores primarios o secundarios para monitorear avances. Y a veces, esta Unidad será la que ayude a destrabar obstáculos sea porque están fuera del alcance del ministro encargado, porque la contingencia altere los planes, o porque ciertos objetivos colisionan con los de otros ministerios.
6. Persistencia. Apegarse a las prioridades definidas a pesar de las múltiples tentaciones, o posibles atajos que prometan ganancias rápidas, pero no sostenibles. Suele pasar que ciertas metas se vayan modificando en el tiempo y por no contar con un buen sistema de monitoreo y control, se van desperfilando hasta terminar administrando la contingencia. Esta Unidad debiera ser la cuerda que sostiene a Ulises al poste para no ser distraído y resistir las tentaciones de girar el barco cuando las presiones por obtener prontos resultados hagan cuestionar la validez de la estrategia.
Un gobierno eficiente no debiera ser un lujo, sino un requisito. Es el dinero de todos los contribuyentes el que está puesto allí para entregar bienes y servicios públicos. Confío en que el gobierno sabrá darle la prioridad requerida no sólo al qué sino al cómo gestionar sus compromisos, es decir, un gobierno que junto con deliberar, cumpla su delivery.